Así se vivía en San Juan

Estas casas, como la del Hotel Layseca, tenían una distribución muy similar: las fachadas muy sencillas, pero al mismo tiempo, señoriales; Tenían un gran zaguán para las carretas y las personas a caballo. Al entrar, quedaba de un lado la sala y del otro el despacho o la biblioteca. Todas las estancias aclaradas por ventanas grandes y altas, protegidas por hermosas rejas de hierro forjado.

Los habitantes de las casas, sobre todo las mujeres y los ancianos, pasaban gran parte del día en esos salones leyendo, tejiendo y viendo la calle através de las ventanas, sin perder detalle de los transeúntes. Después estaba un gran patio o jardín, muchas veces con árboles y una fuente que se encontraba circundada por macetas con flores, helechos, malvones, floricuernos y las jaulas de los pájaros, las mecedoras y a veces, hasta un lorito.

En el frente de la casa quedaba el comedor y tras de éste, la cocina con su brasero y grandes alacenas. En la parte posterior de la casa, quedaba la cocina de humo donde los sirvientes hacían las tortillas; también había un horno de leña hecho con mampostería para hornear el pan. Seguía el corral, la caballeriza y la huerta con diferentes árboles: duraznos, chirimoyos, guayabos, limas, naranjos sin faltar un limón en todas las casas por pequeñas que fueran, ya que se confiaba mucho en sus poderes curativos.

En el corral siempre había, al menos una vaca, que todos los días era ordeñada y su leche se tomaba y se utilizaba para hacer queso, dulce de leche o cajeta, también se hervía y la nata se untaba en el pan o tortilla, los huevos del corral se recogían diariamente ya que no faltaban las gallinas, los pollos, algún cerdo, y un borrego…

Si llegaba alguna visita inesperada a la que se invitaba a comer, la cocinera iba rápido al corral y le retorcía el pescuezo a un pollo.

En el fondo quedaban los lavaderos, la caballeriza y el baño de acequia. La acequia era un canal por donde se conducía el agua para regar las huertas de las casas y los excusados. Éstos no eran más que un especie de caja de madera con un orificio para sentarse. Cuando no se ocupaba, se tapaba con una tabla.

Para abastecerse de agua se sacaba de las norias o pozos que no eran muy profundos. El agua se encontraba a pocos metros, la sacaban y la vertían en una destiladera de cantera para que una vez filtrada se pudiera beber. Si alguien quería bañarse tenía que calentarla o comprarla a los aguadores que la traían de algún pozo de agua caliente en dos grandes cubetas, ayudados por un aguantador. Los aguadores eran tan comunes que hasta la calle por donde se conducían a los pozos tomó el nombre de “Los Aguadores”.