A finales de los años cuarentas Juan Manuel Basurto y María Layseca vivían en esta casa, la cual ya había sufrido varias transformaciones y decidieron convertirla en hotel. Lo llamaron “Hotel Layseca”. Las recámaras de la casa se convirtieron en habitaciones, el corral y la huerta en estacionamiento, la antigua sala, que para entonces ya había sido sede de algunos negocios de la familia, se acondicionó para el vestíbulo que jamás llamaron lobby o recepción. Hasta la fecha se le dice “el salón”. Hoy, las estancias, pasillos, patios y habitaciones son un marco rústico, antiguo y hogareño, auténticos tesoros de antaño, acompañados de la tranquilidad de otros tiempos, el trinar de los pájaros y el doblar de las campanas del santuario invitando a la oración.
Todos estos conceptos aunados a enmarcar un estilo de vida queremos proyectarlos hacia todos aquellos que compartan la idea de encontrar un lugar que los identifique con sus propios valores. Es por esto que nuestra política queda integrada de la siguiente manera:
Ofrecer un servicio de calidad, oportuno y amable para que la estancia de los huespedes sea de descanso y tranquilidad.
En donde prevalesca la responsabilidad, honestidad y respeto.
Ser el hotel preferido de las personas que buscan confort, descanso y servicio
